Cuando uno llega a una edad, piensa en jubilarse. Después de toda una vida trabajando es el momento de sentarse en una playa y disfrutar de tus merecidas vacaciones. Sin embargo, hay quien prefiere perseguir todos esos sueños que se han ido olvidando a lo largo de los años. Harland David Sanders, más conocido como el Coronel Sanders, es uno de estos casos. Pasó de cobrar el escaso dinero de la jubilación con 65 años, a ser un billonario con 88. ¿Te lo puedes creer?
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Desde luego él sí que creyó en sí mismo. Tras una historia marcada por dificultades y momentos duros, Sanders se ha convertido en un ejemplo para todos los emprendedores de hoy en día.
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Así fueron sus inicios
Harland David Sanders nació en Louisville, en1890, en una familia humilde de ascendencia irlandesa. La muerte de su padre cuando tan solo tenía 5 años marcó sus años de juventud. Tras este suceso, tuvo que ayudar a su madre a cuidar de sus tres hermanos, y dejó los estudios cuando tenía 12 años.
La vida de Sanders cambió completamente durante estos primeros años. Trabajaba constantemente y el mal trato por parte de su padrastro le hizo mudarse a casa de sus tíos en New Albany.
A pesar de sus pocas oportunidades, Sanders era optimista y nunca se daba por vencido. Consiguió entrar en el ejército de los Estados Unidos falsificando su certificado de nacimiento por increíble que parezca. Tras completar el servicio militar en cuba se trasladó a Alabama donde tuvo muchos empleos, entre ellos: vendedor de seguros, granjero, marino mercante… Donde apenas había oportunidades, él sabía encontrarlas.
En 1929 comenzó a servir platos cocinados por él mismo a los viajeros que entraban a una estación de servicio de Kentucky, ¿Cuál crees que era su especialidad? Exacto, el pollo.
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«Coronel de Kentucky», la leyenda del pollo frito
Pronto descubrió que, todos esos años ocupándose de sus hermanos le habían hecho un gran cocinero. Los turistas y visitantes le animaban constantemente a que hiciese de la cocina su negocio, y su fama fue creciendo hasta que, un día, el propio gobernador de Kentucky; Ruby Lafoon, le nombró “Coronel de Kentucky” en 1935, una de las distinciones más prestigiosas del estado.
No es de extrañar que, con tanto apoyo, abriese al año siguiente su primer restaurante propio. Y este local pasaría a la historia siendo hoy en día también un museo donde se puede viajar por toda la historia del KFC.
Su receta era espectacular, y lo mejor de todo, solo él sabía cómo hacerla. El amor hacia su pollo se fue extendiendo a lo largo de todo el país y pasó a la fama cuando Duncan Hines, un famoso crítico gastronómico, lo incluyó en su guía de restaurantes. Sanders aprovecho su éxito y decidió abrir un Motel en Kentucky.
Sin embargo todo se vio frenado con la llegada de la Segunda Guerra Mundial. Sanders fue obligado a cerrar la estación de gasolina temporalmente y en 1950 vendió su motel por poco menos de 75.000 dólares.
Pero, ¿crees que la gente había olvidado la fama de su pollo frito?, al igual que pasaría si se deja de vender Coca-Cola durante un tiempo, todo el mundo esperaba impaciente su regreso. Había conseguido satisfacer s sus clientes a través de la calidad y el buen trato, y eso lo recordarían para siempre.
Perseverancia: la clave de su éxito
Sanders no se dio por vencido y usó su última carta. Con 60 años luchó con uñas y dientes por hacer de Kentucky Fried Chicken una franquicia a lo largo de todo el país.
Para ello fue él mismo restaurante por restaurante vendiendo su idea y teniendo que dormir en la parte de atrás de su propio coche. Y comentaba que le habían dicho que NO en unos 2.000 restaurantes donde hasta se reían de su ridícula idea de franquiciar su modelo de negocio.
Sin embargo nunca se rindió y poco a poco logró que fueran aceptando restaurantes de todo EEUU. En sus acuerdos de franquicia vendía lo más valioso, la receta de su pollo, a cambio de cinco centavos por pieza de pollo. ¡El resto es historia!
Está claro que no todo lo enseña el colegio, Sanders tenía un olfato nato para los negocios y creó su propia marca personal, seguro que te suena. El famoso caballero con bigote y traje blanco se hizo tan conocido como la propia franquicia.
Finalmente vendió KFC en 1964 por 2 millones de dólares y recibía 200.000 por apariciones públicas de forma anual. Sanders dejó el negocio y se tomó unas merecidas vacaciones.
Falleció en 1980 y hoy en día, 40 años después sigue siendo, sin duda, la cara del KFC. Su restaurante está presente en 123 países con un total de 20.000 locales. Y el Coronel Sanders se recuerda como un ejemplo histórico de perseverancia y determinación.
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